El Diablo




El Diablo representa el arquetipo de la Sombra y aunque en el imaginario colectivo esta figura ha sido teñida de maldad, en realidad no es más que una representación de aquellas partes de nosotros mismos que normalmente nos negamos a reconocer...


Su imagen nos remite al semidiós Pan de la mitología griega, al mítico Fauno de los romanos o al Cernunnos, de la cultura celta, relacionados con el instinto y la potencia sexual, la naturaleza salvaje, los bosques y la fertilidad.



Es por ello una carta de gran poder creativo, ese poder interno que nace de lo más profundo de nosotros mismos y que puede ser utilizado de muchas formas, en ocasiones de forma creativa, para engendrar vida, experimentar el placer del disfrute de los sentidos, la pasión de estar vivo y para conectar de forma profunda consigo mismo, con los demás y con el entorno, pero también puede ser experimentado como una energía destructora, dolorosa, pues nos hace conscientes de nuestra obscuridad, de aquello que nos cuesta aceptar, de nuestros instintos más pueriles, nuestros miedos, apegos, bajas pasiones, tales como celos, odio, envidia, resentimiento, que muchas veces nos encadenan al dolor y al sufrimiento...

El diablo con su antorcha ilumina esa obscuridad y nos confronta con ella, ofreciéndonos la oportunidad de hacerla consciente e integrarla de forma creativa en nuestras vidas. Nos recuerda también el enorme poder que tenemos en nuestro interior y que es posible utilizar para transformarnos a nosotros mismos y al mundo en que vivimos... Siempre podemos llevar una luz a la obscuridad de otros, pero sólo en la medida en que somos conscientes de nuestra propia obscuridad.


Entonces, nuestra antorcha se enciende y lleva luz allí donde se necesita.

En ocasiones es otro el que nos trae esa luz y nos muestra nuestras cadenas. A veces nos gusta estar encadenados, a veces no, todo depende si vivimos el diablo como una tortura o como una forma de reconocerse a través de un aprendizaje mutuo de nuestras zonas más oscuras. El otro nos sirve de espejo de nuestra propia obscuridad, de aquello que hemos de reconocer e integrar en nosotros mismos, que no tiene porqué ser necesariamente algo negativo, es simplemente alguna faceta propia que no acabamos de aceptar, ya sea por prejuicios, traumas o programaciones psicológicas.

Comprendemos que hemos sido unidos para jugar a descubrirnos desde la sombra, que podemos elegir aceptarla y sanarla o hacernos daño negándola; si elegimos sanar, daremos un salto cuántico a una carta muy especial, los enamorados...

Habremos hecho luz de las tinieblas y habremos rescatado lo más hermoso de ellas, el reconocimiento íntegro del personaje que encarnamos en este juego creativo (llámalo maya, lila, vida, existencia condicionada, samsara) que el Ser diseñó para conocerse a sí mismo. 


Nathacha Oura
Astróloga y Taróloga

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