El Tarot es una síntesis de Sabiduría, que bien nos puede
servir como guía para el profundo trabajo de alquimia interior, o bien puede ser
usado para arrojar luz sobre situaciones de la vida cotidiana, permitiéndonos
actuar con mayor acierto.
En él encontramos una serie de arquetipos universales que no
son más que esa multiplicidad de energías que interactúan en nuestro mundo
interno; manifestándose en el mundo externo como realidad de la cual somos
canales creadores, que cocreamos con
esos arquetipos que buscan manifestarse
a través nuestro.
Jung tenía una frase que nos hace reflexionar al
respecto: “¿Cuales son los arquetipos
que me viven?”. Somos pues creadores, o
cocreadores, canales de creación? ¿No
somos acaso como el Mago, un médium que aúna su voluntad a la voluntad divina y
manifiesta de esta forma su realidad? ¿No
somos acaso como la sacerdotisa, una canalizadora del Saber eterno, cada vez
que nos entregamos al silencio y permitimos que esta fluya a través
nuestro? ¿No somos también como la
emperatriz que plasma en el mundo material tales inspiraciones dando curso a la
belleza que podemos apreciar con los cinco sentidos? ¿O como el diablo, que sirve de canal a las energías
más densas, para poder ser reconocidas y usadas como plomo alquímico por la Fuerza,
generadora de luz, vitalidad, canalizadora de lo telúrico?
El tarot es así un medio de reconocer esos arquetipos en
nosotros mismos jugando a experimentar la vida, como canales de la vida que son… Entonces, se invierte la pregunta: ¿No son acaso ellos los canales de la vida
que somos? Tal es el juego del espejo,
en este mundo de la manifestación, al final el canal y lo canalizado son una
misma cosa. La Vida, como el agua, fluye
por diferentes afluentes, pero nunca deja de ser agua, puede ser dulce, salada,
estar quieta o en agitado movimiento, estancarse y apestar, congelarse o
evaporarse, bailar en el cielo en forma de nubes para luego bendecir la tierra
como lluvia, pero nunca deja ser agua, así mismo es la vida y así mismo es
nuestra esencia, inmutable, independientemente de las formas en que pueda ser expresada.
Los Arquetipos Femeninos en el Tarot
Hay un principio universal, llamado Principio de Generación,
del cual nos habla el Kybalión, que expresa:
"La generación existe por doquier; todo tiene su
principio masculino y femenino; la generación se manifiesta en todos los
planos."
Lo masculino y lo femenino no son más que dos polaridades de
un mismo principio, ya sea que lo llamemos mente, energía o Dios, este se
manifiesta masculino y femenino, por lo tanto podríamos decir, reconstruyendo
ese principio disociado o polarizado, que Dios en su naturaleza primordial u
original es andrógino y esta es la reconciliación de la paradoja, de la que nos
habla otro principio universal, que es el principio o ley de polaridad, que
dice: “Todo es doble, todo tiene dos
polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo;
los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los
extremos se tocan; todas las verdades son semi verdades, todas las paradojas
pueden reconciliarse".
Y como todo se manifiesta a manera de fractal y como es
arriba es abajo y viceversa, podríamos decir también que lo masculino está
implícito o contenido en lo femenino y lo femenino en lo masculino, como
también podemos decir que la materia está implícita y contenida en el espíritu
y el espíritu en la materia.
En el tarot, como en la vida misma, es fácilmente apreciable esta manifestación
de polaridades masculina y femenina, a través de imágenes de ambas
naturalezas. Y como bien lo expresa ese
principio de polaridad, es posible percibir en lo masculino cualidades
femeninas y en lo femenino cualidades masculinas, variando el matiz de tales
energías y permitiendo que puedan fluir de una a otra, haciendo posible el
viaje iniciático que el tarot propone.
En el artículo de hoy voy a hacer especial referencia a las
energías o arquetipos femeninos del Tarot, pues estamos en un tiempo de renacer
del poder de lo femenino, que nos insta a rescatar y reafirmar la energía
femenina para contribuir al equilibrio de este mundo tan deteriorado a causa de
una mala gestión de la energía masculina y de una subyugación y detrimento de
lo femenino, a través del abuso de poder de las sociedades patriarcales que han
dominado el mundo en estos últimos milenios.
El concepto del Dios y la Diosa es una expresión que nos lleva a reconocer que
la divinidad puede ser manifestada de forma masculina o femenina y que ambas
son polaridades de una misma energía eterna e inmutable.
En el tarot es posible reconocer a esa Diosa, la eterna, la que toma muchos
nombres y muchas formas, que son diferentes expresiones de sí misma, cumpliendo
cada cual una función particular. A esta
diosa diferentes culturas le han identificado con diversidad de nombres e imágenes,
no obstante, es posible observar el paralelismo entre muchas de ellas. El tarot al ser un sistema simbólico
sintético hace referencia a 5 expresiones o formas de manifestación fundamentales
de la Diosa, que es posible enmarcar en la
mística estrella venusina, símbolo por excelencia de lo femenino.
En el centro de la estrella, podemos ubicar el mundo, como
representación de lo eterno femenino, de la Madre Tierra, que todo lo engendra
en este plano material, así como también del mundo superior o matriz cósmica a
la cual hemos de retornar, la fuente, donde todo se integra.
Femenino y masculino a la vez, el mundo, no obstante, es
andrógino, es la mujer, que integró sus energías masculinas y el hombre que integró
sus energías femeninas, es la integración también de todos nuestras esferas o
planos, físico, mental, emocional y espiritual; la perfección del Ser, la
plenitud. Por ello todo gira en torno a
esta carta, de ella sale el loco y a ella ha de retornar para emprender una
octava superior del recorrido.
A su alrededor danzan las demás cartas y hoy vamos a ver como danzan las diferentes expresiones de lo femenino alrededor de esta:
Comenzando por el orden de las cartas en el tarot, tenemos a la Suma Sacerdotisa, ella representa la
naturaleza íntima de lo femenino, esa parte oculta, interna, ese cáliz de
emociones, sentimientos, inspiraciones que fluyen a través del alma.
Ella resuena en nuestros momentos de retiro,
de silencio, de circunspección, de consulta con la almohada, de oración, de esa comunión interna que nos permite la conexión con lo sagrado; ella es una médium
o canal de sabiduría, de la cual es la guardiana; la atesora y la comparte
solamente con aquellos que se atreven a mirar dentro de sí, entonces les
conduce a reconocerse en ese espejo que ella es, espejo de lo infinito, de lo
eterno…
Silenciosa como la noche, luminosa,
oscura y fluctuante como la luna, que porta de corona. Nos enseña los ciclos celestes, la magia, los
arcanos y, a través de ellos, nos muestra puertas de autoconocimiento,
corrientes de la eterna sabiduría. Ella
es la maestra de lo oculto, la sabia, la bruja, la chamana. Nos guía a través del viaje con su divina
herramienta, la intuición, con su conexión y su capacidad para hundirse y elevarse
a través de los mundos…
Es la madre cósmica, que nos ama de forma incondicional, nos
reconforta y orienta con sus consejos, nos muestra la senda del conocimiento
interior y nos conecta con el alma, desde lo más profundo hasta lo más elevado,
para que reconozcamos su belleza y atesoremos en nuestro propio cáliz ese
néctar que servirá de esencia para la manifestación creativa que llevará a cabo
la emperatriz.
Esta carta nos llama a la introspección, a mirar dentro de
nosotros mismos, al silencio, la meditación, a utilizar la palabra como medio
sagrado de transmisión de la sabiduría, ya sea a través de la escritura
inspirada o de la transmisión de enseñanzas, a hacer magia a través de la
oración, que nos permita sentar las bases espirituales para la concreción de los
hechos en el plano material. Nos insta
también a sentir profundamente, a experimentar nuestro mundo emocional y
procesar todo lo que en él se haya para obtener de ello una enseñanza y una
madurez interior que nos permita elevarnos espiritualmente. Es la carta de la comunión con lo nuestra
sagrada naturaleza divina.
Cierro los ojos para
verme por dentro, cierro la boca para escucharme y cuando vuelvo a abrirlos
puedes verte y escucharte a ti mismo a través de mí, porque aquello que he visto
y oído es algo inherente a ambos, más allá de nuestras aparentes diferencias.
La Emperatriz es
la gran manifestadora, la Madre terrena, la creadora de belleza, la madre naturaleza
que nos ofrece sus frutos.
Ella
representa el florecimiento de los sueños, el emerger de la vida hacia el mundo
de los cinco sentidos, donde todo puede ser apreciado, degustado, experimentado,
por ello ella nos brinda la posibilidad de experimentar el mundo de la forma,
de ser canales creativos, de cocrear nuestra realidad, a través de la conexión
con el resto de energías que danzan en el espacio.
Ella es el cáliz que representa la
sacerdotisa cuando es vaciado en el mundo de la forma.
Es la mujer en la que la esencia de la vida
se ha hecho carne, es la Venus Pandemos, representante de la primavera, la Venus
Genetrix, que nos retorna a su hijo sagrado, el Sol…
Es también la tierra brotada de
vida, la tierra renacida y revestida con sus mejores galas, que nos obsequia
sus aromas, sus sonidos y color. Hace
alusión a la belleza física, a la creatividad, a la capacidad de dar forma a
ideas y emociones, plasmándolas en el mundo material, haciendo de estas algo
productivo, algo disfrutable por los cinco sentidos, apreciable en el mundo de
la forma. Es la sabiduría práctica, la
que resuelve asuntos tangibles, concretando soluciones a las necesidades
materiales, a través de sus capacidades creativas.
Es la madre sustentadora de las formas, la que nos llena la
panza cuando tenemos hambre, la que nos da de beber cuando tenemos sed, somos
nosotros mismos en nuestra acción de nutrirnos físicamente, de darnos aquello
que el cuerpo nos demanda.
También hace
referencia a la capacidad de manifestar y apreciar la belleza, de disfrutar de
la naturaleza, de nutrir nuestra alma con su magnificencia, ser uno con ella,
ser consciente de que somos parte integrante de esta, una criatura más,
criatura creadora, fragmento indispensable del fractal de la vida. Si bien la sacerdotisa es una contempladora
de los mundos internos, la emperatriz contempla los mundos externos y en ellos
ambas se encuentran, pues uno es consecuencia del otro y la emperatriz
manifiesta lo que la sacerdotisa recibe como inspiración y luego se deleita en
su creación que es su ofrenda a lo divino.
Es una carta que nos invita al disfrute, a la consciencia
del cuerpo, a ser más perceptivos y sensibles a lo que nos rodea, a apreciar el
arte, a la productividad, la concreción y la creación.
Todo cuanto hacemos
en esta tierra, todo cuanto creamos es nuestra ofrenda al Universo, como
canales de su manifestación.
La Fuerza , por
su parte, es la canalizadora de la energía telúrica, del gran potencial creador
que habita en las raíces del Ser, que nos conecta a la tierra y nos mantiene
arraigados a ella y desde esta se proyecta a través nuestro para ser expresado
de diversas maneras, a través de los diferentes planos e instancias del Ser.
Podemos sentir esta fuerza o energía poderosa
en forma de instinto sexual, que nos llevará a la experiencia del juego, la
conquista amorosa, la pasión, la complacencia de los sentidos, nos dejamos
envolver en esa energía tártrica que nos lleva a experimentar la fuerza de la
vida a través del disfrute de los sensorial, o bien la reconducimos y
encauzamos ese impulso creativo a través del plano mental o físico o incluso la
sublimamos aún más haciéndola alcanzar planos superiores.
La fuerza es entonces la carta de la alquimia interior, la
transmutadora de las energías más profundas, provenientes de nuestra parte más
salvaje o instintiva, a través del poder de la voluntad. Por medio de este arquetipo somos capaces de
trascender los celos, la posesividad, el descontrol, el orgullo, la arrogancia,
el odio, el miedo, pero primero hemos de reconocer y hacer consciencia de estas
formas que tiene el ego de rugirnos reclamando territorio en nuestra vida y
conducirlo con maestría y autodominio a formas creativas de manifestación,
alineadas con la luz de la consciencia, entonces recuperamos nuestro propio
poder, ya no concedemos espacio a aquellas energías no depuradas que pueden
llegar a dominarnos sin control y desgastarnos, pero tampoco las rechazamos, no
se trata de un enfrentamiento, de una lucha, se trata de reconocerlas y mostrarles
otras formas de expresión, ello puede al hacer de lo potencialmente destructivo
algo creativo, entonces convertimos el plomo en oro.
Todo es energía y cualquier emoción por densa que sea puede
ser canalizada de forma positiva, trascendiendo así la ignorancia de la mente
condicionada, de las programaciones que nos hacen sentir y reaccionar de una
forma determinada ante las situaciones de la vida.
La fuerza es una carta que nos habla de vitalidad,
creatividad, fortaleza, autodominio, voluntad, coraje, valentía, alquimia
interior y reconexión de lo terreno con lo divino, sentir la fuerza de la vida
y el sano disfrute de esta, a través de la sexualidad, de la acción creativa,
de la apertura a la experiencia vital, del dejar fluir la energía hasta sus
formas más depuradas y naturales de expresión en cada plano. Nos invita a sentir, experimentar y reconocer
que todos nuestros cuerpos, físico, mental, emocional, son un canal para la
vida que somos y como tales hay que fortalecerlos y honrarlos. Está representada por la mujer salvaje, que
reconoce la fuerza de su Ser y se permite experimentarla, sanando las raíces del
alma, la vieja herida, a través del uso de su voluntad y que disfruta la vida
de forma natural, sin juzgamiento, abrazando su sombra para integrarla en la
luz.
Las ramas son tan
altas como profundas las raíces y en ambas fluye la misma savia, que conecta la
tierra con el cielo, la fuerza es esta conexión entre lo subterráneo y lo
celeste, es el fluir continuo de la vida que asciende y da sus frutos en
diferentes instancias del Ser, ante ella, el ego no puede más que rendirse y
permitir manifestar la verdad que ella Es; es la fuerza Shakti, la Sagrada
Kundalini, que quema nuestra obscuridad y nos baña con su savia luminosa de
profunda y sanadora sabiduría.
La Justicia es la
forma rigurosa de la Diosa. En este sentido, es una carta tradicionalmente asociada a Temis, Diosa de la Justicia, y también nos puede hacer recordar, en cierta forma, a la Diosa Kali, con su
instrumento cortante, presta para hacer justicia ante los desajustes producidos
por el ego en su ignorancia.
La justicia
es la gran equilibradora, representa en un sentido superior, la ley del karma,
a la que estamos sujetos en la existencia, en la rueda del samsara.
Ella todo lo pone en su sitio, sin
miramientos, distinguiendo la verdad de la mentira, el amor del odio, evaluando
la cualidad de los actos, de los hechos y situaciones, pesando con su balanza
los factores implicados para armonizar las energías, buscando la imparcialidad.
Esta carta hace referencia a cualidades tales como objetividad,
discernimiento, sentido crítico, veracidad, virtud, ética y tiende a la rigidez,
la severidad, los formalismos, el análisis, el cuestionamiento y juzgamiento.
Está relacionada con la vida institucional, los temas
jurídicos, así como también con el poner en orden cosas y situaciones y dar una
resolución a los problemas y al desequilibrio, ya sea a través de una conciliación
o de la aplicación de medidas justas consecuentes con los hechos en cuestión y
con la actuación de las personas implicadas.
La justicia humana puede
equivocarse, pero nada escapa a la justicia divina, guárdate en la virtud de tus
actos.
La Estrella es la
inocencia del alma que experimenta la vida con ilusión y encanto, representa la
pureza, la ingenuidad, la naturalidad, la sencillez, la belleza del alma, el
amor espiritual, idílico… Ella es la princesa de los cuentos, la joven doncella
que adorna la tierra con su brillo y destaca de forma natural, sin necesidad de
adornos, pues su sola presencia irradia luz, la luz del alma, que translucen su sonrisa, su mirada y su espontaneidad.
Su naturaleza es delicada, vulnerable y muchas veces
inconsciente del poder de su irresistible belleza. Magnética y encantadora, busca siempre en su
trato la diplomacia, la armonía y se expresa con gracia y elegancia.
Es la Venus Urania, el amor celeste, puro, inocente,
despojado de atavíos, el amor poético, a veces, incluso, platónico, ese amor
que nos hace suspirar y nos inclina a soñar e ilusionarnos, que vive más en el
mundo de las ideas que en lo tangible, pero anhelando siempre el encuentro,
vivir la magia de un cielo estrellado, de las cosas sencillas, disfrutando de
la presencia del otro sin ningún juzgamiento, aceptándolo tal cual es.
De la misma manera, la Estrella es esa capacidad del Ser
para amarse y aceptarse a sí mismo, sin ninguna exigencia adicional; se ama por
quien es, se acepta y se abraza como un hermoso regalo de la creación. Se expresa de forma natural, mostrándose tal
cual es, sin vestimentas, vibrando en la más pura energía del amor. Nos habla de ser auténticos, de hacer lo que
realmente nos gusta, inclinándonos a desempeñarnos en aquello que realmente
exprese nuestra verdadera vocación.
La estrella es además una guía, alguien que guía y es guiado, nos muestra el
camino y nos llena de esperanza, devolviéndonos la luz. Hace referencia a la conexión con los ciclos
cósmicos, a las sincronicidades que nos permiten fluir de forma armoniosa con
la vida, sintiendo que esta es fácil y bella, que todas las energías se
armonizan de forma natural, reajustándose y generándonos paz y sosiego.
Está concentrada en el mundo natural que la circunda y del
que forma parte. Se siente atraída por el conocimiento del cosmos, tanto en lo
infinitamente grande como en lo infinitamente pequeño, le atraen la astrología y
las ciencias naturales, las plantas medicinales, así como también el arte en
sus expresiones más sublimes.
Esta carta nos propone armonizar nuestras emociones,
sabiendo darles cauce con sencillez y gracia, actuar con serenidad, diplomacia,
ocuparnos tanto de lo material como de emocional y espiritual, sabiendo que todo lo que hagamos en el mundo
de la forma repercutirá en los planos más sutiles, por lo tanto, mientras con
más sutileza actuemos, más armonía interior experimentaremos.
También nos llama a descubrir y/o asumir nuestra
vocación y talentos, nuestra forma natural de brillar, a ser espontáneos,
alegres, guiar y permitirnos ser guiados, amarnos y amar de forma simple y natural,
siendo capaces de percibir y apreciar la verdadera esencia del Ser.
La belleza esencial
nace de los planos sutiles y se manifiesta desnuda en la tierra para el deleite
del alma.
Por último es importante también hacer referencia a la carta
de la Luna, arquetipo femenino por excelencia, un arcano que resuena con el
misterio, la sensibilidad y fluctuabilidad de lo femenino, carta de intuición y
profundidad emocional, puerta de acceso al alma que nos lleva a transitar por
el sendero muchas veces confuso de las emociones, en el que es necesario
distinguir entre nuestra naturaleza instintiva y nuestra faceta más domesticada
y buscar el camino del medio, que nos permita desarrollar la inteligencia
emocional con la cual atravesar de forma exitosa esa senda interior.
Una carta que nos puede conectar con el
pasado a través de los recuerdos, o bien con el futuro a través de la imaginación
y la intuición, la fuerza de la psique está representada en ella, en esas aguas
que albergan tesoros que sólo quienes se atreven a surcarlas pueden encontrar.
Nada podrás encontrar
fuera de ti que no lleves dentro.
Nathacha Oura
Astróloga y Taróloga